Dicen que la mejor mentira es aquella que se dice tantas veces que hasta uno mismo se la cree. Y es que tanto tiempo estuve contándola (13 años) que tuve que hacer una revisión exhaustiva de recuerdos para descubrir un error de cálculo: el número total de mis ex’s era menor. Pero... ¿Cómo pudo suceder tal error? ¿Estoy tratando de negar a alguien? ¿Adónde se remonta?
Todo comenzó a mediados de los 90’s, en la época de los tonos de secundaria, cuando tenía 15 años. Estudié en un colegio nacional de varones (motivo de un próximo post) y usualmente nos organizábamos para ir a los tonos los fines de semanas. En una oportunidad conocí a una chica llamada Mary, cuya mirada me impactó desde el primer instante. Desconozco si fue mi floro incipiente, su inocencia o simplemente el momento, pero después de unos bailes y unas palabras, logré sacarla del tono para “conversar y conocernos mejor”. No puedo negar que a esa edad lo primero que pensaba cuando veía a una chica era simplemente caerle, chapártela, y si se podía el “servicio completo” (gran meta en el ideario colectivo adolescente). Pero este no era el caso, había algo en su mirada que me atraía y me distraía, se me iban los temas de conversación, pero supimos llenar esos vacios con besos apasionados sentados al pie de un jardín. Luego de unos bailes y a pocas horas para el amanecer, la acompañé a su casa, con la sensación de ser el inicio de algo especial (100% ilusión adolescente).
A los 2 días decidí ir a su casa, las clases de inglés pasaron a un segundo plano, yo ya estaba en la puerta de su casa. Me abrió y me miró con sorpresa, y me invitó a pasar. Sentados en el mueble, esperaba conocerla mejor, saber qué cosas le gustaba hacer. Conforme pasaban los minutos no encontrábamos ninguna afinidad. Ni en música, ni en cine, ni en paseos, ni en nada de lo que conocía a mis 15 años. Era como si yo fuese 100% rock y ella 100% cumbia, y lo raro fue que nos conocimos en un tono 100% techno. Luego de casi una hora de no encontrar temas afines y empezando a aparecer esos malditos silencios, decidí retirarme, totalmente desilusionado.
Habiendo numerosos testigos esa noche, sumado a mi negación ante la falta de compatibilidad con mí amor a primera vista; ante la pregunta “¿cómo te va con la flaquita?” yo respondía “bien” o “muy bien” durante varias semanas y fue por esa costumbre que incorporé a Mary a mi lista de ex’s de forma involuntaria. Y así, tras cada ruptura o separación, le adicionaba ese “+1” fantasma”, que gracias al llamado de atención de una enamorada hace un par de años, pude reducir en uno mi lista de ex’s.
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